viernes, 20 de mayo de 2011

Crónica de una muerte anunciada-

Desde pequeña mis padres me enseñaron que la venganza es mala, que se puede actuar reclamando justicia y defendiendo el honor por otros medios.

Aquella mañana, fresca con un aire diáfano, me levanté a las 5:50, descansé bien pero poco. Todavía me quedaba algo de cansancio de la boda del día anterior de Bayardo San Román y Ángela Vicario. No habíamos desperdiciado un minuto con Santiago Nasar, Cristo Bedoya, Jaime y con Luis Enriquez.

Cuando estaba desayunando me acordé de toda esa noche en simples minutos, Santiago Nasar, Cristo Bedoya y mis hermanos Luis Enriquez y Jaime continuaron la parranda hasta horas de la madrugada. Decidí volverme temprano para recibir lúcida al obispo que venía al día siguiente. A pesar de que suponía que ni se molestaría en bajar a agradecer.

Terminé mi desayuno, tomé mi bolso y me dirigí a la casa de Santiago, habíamos quedado en que lo pasaba a buscar para ir a la plaza por donde pasaría el obispo. Caminé por la orilla del río, al llegar a la casa de Santiago Nasar, golpeé unas dos veces hasta que me abrió Divina Flor, aquella casi mujercita que no me agradaba tanto.

-¿Esta Santiago?- pregunté.

-Pasa- me dijo muy descortés mente Divina Flor.

Santiago Nasar estaba desayunando, cuando terminó salimos hacia la plaza. Había una gran multitud, se rebalsaba y sentía todas las miradas clavadas en mí, o quizás no precisamente en mí, si no en Santiago pero los ojos de las personas me asustaban, se salían al exterior hacia mi o tal vez hacia él.

-Santiago, ¿sientes lo que yo siento? Todos nos están mirando.

-Quizás lo sienta peor.

Lo miré algo asombrada.

Llegó el obispo en un carretel más grande que las calles, toda la gente se amontonó y perdí de vista a Santiago Nasar.

Me aparté de toda la muchedumbre del pueblo y ya no me observaban a mí, me dí cuenta que a quién observaban era a Santiago Nasar, comencé a buscarlo con la mirada desesperada y bruscamente. No tuve éxito, no logré localizarlo.

Poncho Lanao, vecino de Santiago Nasar, comenzó a mirarme de una manera muy intimidante, me acerqué muy lentamente hacia él, y también él lo hizo. Cuando nuestros rostros se encontraron comenzó a tartamudear.

-Van van a van…- me dijo muy nervioso.

-Tranquilízate - le ordené- dime tranquilo, no pasa nada.

-Van a matarlo - me dijo bajando la cabeza.

-¿A quién? - reclame pensando lo peor.

- A Santiago Nasar - dijo casi sin voz.

Quedé perpleja, sin saber que hacer.

-¿Porqué? ¿Quién? -le pregunté muy anonadada.

-Pedro y Pablo Vicario. Bayardo San Román devolvió a Ángela a su familia anoche después de la boda al enterarse que no era virgen. Sus hermanos la encontraron boca abajo en su cama, toda golpeada, y ella acusó a Santiago Nasar de los hechos y sus hermanos juraron vengarse de Santiago Nasar por el honor de su hermana

-¡Maldita sea!- salí corriendo.

En la esquina del negocio de Clotilde Armenta se encontraban sentados Pablo y Pedro Vicario, ambos con algo en la mano cubierto con unos trapos, parecían cuchillos y matarifes para descuartizar cerdos, y con botellas de alcohol al lado de cada uno.

Traté de que no me vieran y entré rápido a la casa de Santiago, Plácida Linero me dijo que había salido a la mañana temprano.

Salí a buscarlo, me encontré con Cristo Bedoya le conté lo sucedido, él también sabía lo mismo que yo. Decidimos separarnos para buscarlo.

Al pasar por la plaza el obispo ya se había ido, la gente empezaba a desparramarse y él no aparecía. Pregunté a varia gente si lo habían visto y todos me dijeron lo mismo que ya sabía, tomé el último recurso de preguntarle a Leonardo Pornoy, el agente de policía del pueblo, me contó que por última vez lo vio entrar a su casa y salir rápidamente mientras él interrogaba a los hermanos Vicario, ya que habían divulgado que lo iban a matar.

Ya eran las 10:14, y empecé a caminar nuevamente hacia la casa de Santiago, para comentarle a Plácida Linero. Una cuadra antes de llegar la vi salir de su casa corriendo, desesperada y sin rumbo alguno.

Fue en ese momento que el mundo parecía acabarse, fue en ese instante que vi a los hermanos Vicarios acuchillando a Santiago Nasar, como a un pobre cerdo.

Corrí sin pensarlo, sin reaccionar, sin mis piernas y a la vez con cuatro piernas.

No valió de nada, ya estaba muerto. Me desvanecí en el suelo para abrazarlo, y decirle mi secreto más preciado.

- Estoy enamorada de ti Santiago Nasar, siempre lo estuve. Tu mirada fue quien me enamoró, tu mirada penetrante… - le susurré al oído, sabía que me escuchaba.

Fuese o no el culpable de los hechos sucedidos a Ángela Vicario, nadie tenía derecho a sacarle la vida. Mucho menos esos malditos bastardos de Pedro y Pablo.

Su muerte ilógica y confusa parecía ya estar anunciada, escrita en un pequeño libro, en el cual sus páginas no se podían leer. Si más de medio pueblo sabía que se iba a cometer un asesinato, ¿por qué nadie trató de impedirlo, más que su mejor amigo y una pobre joven ilusa y enamorada de él?

3 comentarios:

  1. muy bonito el libro al final no? :)

    ResponderEliminar
  2. en realidad el libro original, el final es muy tonto, es imposible dar como quinientos pasos despues de ser acuchillado de esa manera jaja . Me gusta más el final que inventé yo que es el que esta escrito :)

    ResponderEliminar
  3. me gusto el final alternativo.. muy buen libro igual jej
    tenes q leer 100 años d soledad..

    ResponderEliminar